Mes: agosto 2004

  • La marioneta

    Este texto se atribuyó a García Márquez, como escrito de despedida a sus amigos.

    El escritor desmintió la autoría, sin embargo yo encuentro el mensaje es intresante, ¿no crees?

    * * * * *

    Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.

    Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.

    Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan y cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

    Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.

    Dios mío si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, y una canción de Serrat sería la serenata que les ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos.

    Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida. No dejaría pasar un sólo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre que son mis favoritos y viviría enamorado del amor.

    A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse! A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

    He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.

    * * * * *

    Supongo que es triste tener que echar la vista atrás y querer arreglar lo que no hicimos bien, sería más fácil hacerlo cada día.

  • Un mundo mejor

    Aquí estoy, reflexionando sobre un reportaje que vi hace días por televisión. Resulta aberrante que hoy día aún se hable sobre el hambre en el mundo. Puede parecer un tópico, pero deberíamos hacer algo por evitarlo.

    Durante días me ronda en la cabeza aquella imagen de niños hambrientos.

    Se han recrudecido las guerras y se acerca el invierno. Cuánto frío deben pasar esas personas sin hogar. Estoy triste.

    Esta noche me he propuesto arreglar el mundo, voy a pensar en una solución, voy a dejar que mi mente sea libre y busque la forma de crear algo bueno, un mundo mejor. Quiero tener un sueño.

    ¡Ojala fuese todo tan fácil!

    * * * * *

    Estoy en un paraje desértico, las personas que encuentro tienen una mirada profunda y desilusionada, parecen haber perdido la esperanza y las ganas de vivir. Los niños sin embargo parecen ajenos al sufrimiento, en sus delgados rostros destacan unos ojos que, sin apercibirse de ello, claman en silencio al resto de la humanidad.
    Hace un calor insoportable y la falta de agua es notoria. Busco anhelante un árbol que me de sombra, desgraciadamente no quedan. Ni árboles ni agua, sólo ruinas y polvo.

    Oigo un rumor lejano, es el fragor de una batalla. El desierto da paso a lo que en su día pudo ser una ciudad. El intenso bombardeo la ha asolado; aquí la expresión de las personas es de miedo, un miedo intenso, que sobrecoge. Hay más niños, niños que lloran; no entienden lo que está ocurriendo.
    Un intenso frío hace que los rostros aparezcan todavía más patéticos. Comienza a nevar.

    La nieve hace más dramático el paisaje, y sin embargo suaviza las formas, amortigua el clamor de la batalla. Luego, al fundirse, fluye lentamente, acariciando el castigado asfalto , lavando las manchas que los hombres han dejado; manchas de sangre, manchas de honor, porque nadie debiera matar a nadie.

    Poco a poco, como huyendo de la ciudad, el agua llega al desierto, que ya no es tal, sino un vergel, y los rostros otrora tristes, se llenan de luz y esa luz alumbra la ciudad.
    Ya no hay sed en el desierto, ya no hay guerra en la ciudad y nadie muere a manos de otro. Todo se vuelve alegre y luminoso, las casas se reconstruyen, se siembran cosechas en el regado desierto, y sus frutos mitigan el hambre de todos.

    ¿Y los niños?
    Los niños vuelven a reír, y su risa acalla las voces inconscientes de aquellos que quieren mandar sobre los otros. Y la risa crece, y se hace más ruidosa, pero acompasada, y en lugar de ¡ja! ¡ja! ¡ja! lo que se oye es ¡paz! ¡paz! ¡paz!, y en esa paz me duermo.

    * * * * *

    Y mientras duermo sueño que todos estamos allí, ayudando; sería perfecto, pero sólo he conseguido soñar.