Me siento extraño al sentarme frente al ordenador para eplicarle mis vivencias, sí, ya se que inauguré el blog con esa intención, pero han sido días y días de reflexión hasta decidirme.
En estos últimos meses (desde que descubrí el mundo de los blog) he paseado entre muchos de ellos, como simple expectador, como “voyeur” tímido y silencioso, buscando una fuente de inspiración, no es que no tenga nada que decir, simplemente es que me faltaba un empujón para empezar y quería ver como lo hacían los demás. No debería importarme como lo hago, puesto que son mis palabras y mi forma de expresarlas, y quien quiera que las lea deberá interpretar qué y cómo pienso, algo para lo que nunca serviría el estilo de otros.
Me he asombrado de cómo algunos son capaces de explicar bellas historias relatando lo cotidiano, de aquellos otros cuya profundidad de pensamiento va mucho más allá de cualquier razonamiento filosófico; me han alarmado los que usan su afilada lengua para desmerecer a los demás; me han sorprendido los que de forma altruista ponen la información al alcance de los demás, y los que se “mojan” con sus opiniones; me han fastidiado los que se ocultan y aprovechan el anonimato para hacer vacuas aseveraciones sin pies ni cabeza.
No, no me he caido de la parra, ya se que todo eso (lo bueno y lo malo) existe y que debemos convivir todos los días con ello, mi auténtica sorpresa ha sido descubrir que las personas que lanzan al mundo esas palabras, lo hacen sin saber si alguien las verá algún día. Ahora yo deberé incluirme entre ellos, pero yo soy de los que necesitan retroalimentarse de los demás, no creo que subsista si no recibo palabras de ánimo (o de critica, da igual) necesito saber que para los demás también existo.
Mis respetos a los autores (anónimos o no) qué contando sus historias, desnudando su intimidad, me han hecho reflexionar o, simplemente, pasar un buen rato. Gracias a todos por ello.