Categoría: Reflexiones

  • Escribo, luego existo

    Me siento extraño al sentarme frente al ordenador para eplicarle mis vivencias, sí, ya se que inauguré el blog con esa intención, pero han sido días y días de reflexión hasta decidirme.

    En estos últimos meses (desde que descubrí el mundo de los blog) he paseado entre muchos de ellos, como simple expectador, como “voyeur” tímido y silencioso, buscando una fuente de inspiración, no es que no tenga nada que decir, simplemente es que me faltaba un empujón para empezar y quería ver como lo hacían los demás. No debería importarme como lo hago, puesto que son mis palabras y mi forma de expresarlas, y quien quiera que las lea deberá interpretar qué y cómo pienso, algo para lo que nunca serviría el estilo de otros.

    Me he asombrado de cómo algunos son capaces de explicar bellas historias relatando lo cotidiano, de aquellos otros cuya profundidad de pensamiento va mucho más allá de cualquier razonamiento filosófico; me han alarmado los que usan su afilada lengua para desmerecer a los demás; me han sorprendido los que de forma altruista ponen la información al alcance de los demás, y los que se “mojan” con sus opiniones; me han fastidiado los que se ocultan y aprovechan el anonimato para hacer vacuas aseveraciones sin pies ni cabeza.

    No, no me he caido de la parra, ya se que todo eso (lo bueno y lo malo) existe y que debemos convivir todos los días con ello, mi auténtica sorpresa ha sido descubrir que las personas que lanzan al mundo esas palabras, lo hacen sin saber si alguien las verá algún día. Ahora yo deberé incluirme entre ellos, pero yo soy de los que necesitan retroalimentarse de los demás, no creo que subsista si no recibo palabras de ánimo (o de critica, da igual) necesito saber que para los demás también existo.

    Mis respetos a los autores (anónimos o no) qué contando sus historias, desnudando su intimidad, me han hecho reflexionar o, simplemente, pasar un buen rato. Gracias a todos por ello.

  • Pensamientos

    Resulta asombroso cuantas veces a lo largo de una vida, intentamos poner en orden nuestras ideas; a veces, involuntariamente, ponemos a trabajar nuestra mente en organizar futuras tareas que quizá nunca se lleven a cabo, sin embargo ahí estamos una y otra vez reorganizando nuestros pensamientos.

    Es muy posible que esto no le preocupe a la inmensa mayoría de las personas, pero a mi no deja de resultarme especialmente atractivo. Dejar volar la fantasía, soñar despierto, fijar metas lejanas, andar caminos imaginarios, construir… en definitiva, pensar.

    Hay ocasiones en las que me asaltan los pensamientos, llegan a mi las imágenes de esas fantasías animadas sin que yo haya hecho nada para que fluyan, simplemente las dejo venir, sin embargo hay otros momentos en los que soy yo quien provoca la situación y fuerzo a mi mente a navegar en ese mar lleno de detalles e intento hilvanar una sucesión de acontecimientos que determinen una nueva idea.

    No resulta extraño verme en actitud pensativa, como escudriñando un horizonte interior. En estas circunstancias, me desconecto de la realidad y me sumerjo hacia las profundidades intentando dar luz a un oscuro pozo.

    No obstante, la mayoría de las veces adopto esa actitud justo antes de dormir. Sin nada que pueda distraer mi atención, lleno mi cabeza de todo aquello que me apetece y comienzo a revolver hasta que algo destaca sobre lo demás y a partir de ahí comienza la maravillosa experiencia de ver como se van formando los pensamientos, como de una cosa se puede saltar a otra sin que se rompa la armonía, eres tu propio coreógrafo, tu propio guionista, tu propio director. No hay límites para lo que se puede construir o destruir, para lo que se puede andar y desandar, se llega a todas partes y a la vez se tiene una visión global del conjunto, algo imposible en la realidad.

    En este instante, mientras escribo, soy capaz de pensar en otras cosas que no tienen nada que ver y eso me fascina. Me pregunto ¿cómo la mente humana es tan versátil que nos permite emprender varias tareas a la vez?

    No, no voy a contestar. Dejo esa cuestión para los expertos, el motivo de escribir es parte de un pensamiento de esos que, a modo de castillo en el aire, he construido.

    Comenté con alguien la idea de escribir sobre los pensamientos, a veces extraños, que puede tener una persona; ahora es cuestión de ir anotando aquellos que parecen mejores para transcribirlos algún día.

  • El viento

    El viento, sensación de libertad, llamado por mil nombres, alma errante sin hogar, bohemio como los hombres.

    Esa sensación que produce sentir el viento en el rostro, azotando tu cabello cuando sopla con brí­o; haciendo saltar tus lágrimas sin sentir pena y secándolas luego, como disculpándose por haberlas despertado.
    Sentimiento de alegría que te trae la brisa fresca en la mañana, incitando a despertar, a vivir con intensidad mientras te susurra al oido palabras de ánimo.

    Viento que canta entre los bosques, como si andar recorriendo la Tierra no le hiciera envejecer; o quizá no haya caido en la cuenta que nació con el mundo, y sigue buscando su camino sin saber que él mismo no tiene principio ni fin.

    Viento que se persigue a si mismo sin saber que, por mucho que corra, jamás lo logrará.
    Y al enfadarse vuelve a correr más y más, y en esa loca carrera que persigue la utopía desata su furia en el mar y en las tierras yermas, hasta que al encontrar la montaña en su camino, deja que ésta lo amanse y lo consuele dándole calor, suavizándolo, dejando que descanse y se duerma en el valle.

    Soplo cálido o viento frío, que mas da.
    Sólo cambia de vestido a medida que cambia de lugar, y puede ser que cuando viajemos nos encontremos de nuevo con él, porque él seguirá su camino y aunque no seremos capaces de reconocerle, tampoco podremos decir que no sea el mismo que nos hizo llegar la alegría una vez.

    Él ya era viejo cuando nosotros llegamos, y sin embargo nos acompañó hasta aquí­, y seguirá acompañando a los viajeros hasta el fin de los tiempos.

  • ¿Qué ve el espejo?

    La verdad, a veces se hace difí­cil escribir sobre algo desconocido, sobre todo por el temor que representa pensar que quien lo lea, no se sienta identificado con tus ideas.

    ¿Y eso que significa? ¡Nada! Absolutamente nada.

    Es la condición humana, la que nos hace ser distintos los unos de los otros. Cada cual tiene su brillo especial en los ojos que le hace ser quien es. ¿Te has fijado alguna vez en el tuyo?

    ¡Mí­rate en el espejo!
    Intenta adivinar lo que ves en tu propia mirada… ¿Qué has visto?

    ¿Quizá lo que tú quieres ver?
    ¿Tal vez has intentado encontrar lo que quieres que otros vean?
    ¿O acaso te imaginas (y te ves) como crees que los demás te ven?

    No, el espejo solo devuelve lo que se pone delante de el, y lo que se ve es lo que cada uno quiere ver en él, y esa es la única verdad, ¿o no?

    ¿Es posible que la verdad se vea mirando desde detrás del espejo?

    Si pudiéramos hacerlo, verí­amos lo que el espejo ve, nos verí­amos a nosotros mismos, algo que posiblemente nunca ha sucedido. ¿Tú qué crees?

    ¡Hala! ya tenemos el primer mensaje sobre el que ‘reflexionar’…